Page 75 - El Terror de 1824
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EL  TERROR  DE  1824
     puerta,  y  déjeme  en  paz,  que  cada  uno  va  á
     su  destino,  y  el  mío  es...  el  que  yo  me  sé.
       — No  abro.
       —  Señora,  señorita,  que  yo  soy  hombre  de
     poca  paciencia.  Abrame  la  puerta,  ó  reñimos
     de  veras.
       — Que  no  abro  la  puerta, — replicó  Sola,  re-
              medando el  tonillo  de  cantinela  de  su  digno
     huésped.
       — Basta  de  bromas,  basta,  repito — vociferé
     Sarmiento  tomando  el  aire  y  tono  tragi  cómi-
     cos  que  empleaba  ai  reprender  á  los  alumnos-
     — Yo  soy  un  hombre  formal...  De  mí  no  se  ríe
     nadie  y  menos  una  chiquilla  loca...  Ea,  niña
     sin  juicio,  abra  usted  si  no  quiere  saber  quiéii
     es  Patricio  Sarmiento.
       — Un  loco,  un  majadero,  un  vagabundo,  í
     quien  es  preciso  recoger  por  caridad  y  ence-
         rrar por  fuerza,  para  que  no  se  degrade  en  las
     calles  como  un  pordiosero,  haciendo  el  saltim-
            banquis y  muriéndose  de  miseria,  ya  que  por
     el  estado  de  su  cabeza  no  puede  morirse  de
     vergüenza.
       Esto  lo  dijo  con  tanta  seriedad  y  entereza^
     que  por  breve  rato  estuvo  el  patriota  aturdido
     y  confuso.
       — Aquí  hay  algo,  aquí  hay  algún  designio
     oculto  que  no  puedo  comprender — afirmó  el
     anciano, — pero  que  tiene  por  objeto,  sí,  tiene
     por  objeto  impedir  una  resolución  demasiado
     ruidosa  y  que  quizás  perjudicaría  al  absolu-
     tismo.
       Otra  vez  se  echó  á  reir  Sola  de  tan  buena
     gana,  que  Sarmiento  se  enfureció  más.
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