Page 88 - El Terror de 1824
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B.  PÉREZ  ÜALDÓS
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        gustos.  Ya  no  quiero  salir,  y  no  saldré  sinc
        cuando  usted  me  arroje.  Así,  de  bóbilis  bóbilis  f
        me  be  ido  acostumbrando  á  esta  vida  tonta,
        y...  No  es  que  yo  renuncie  al  cumplimiento  de
        mi  destino;  pero  ya  vendrá  la  ocasión,  ¿no  es
        verdad,  niña  mía?  Hay  más  días  que  longa-
              nizas, y  tiempo  hay,  tiempo  hay.
          D.  Patricio  bacía  con  su  mano  derecha  mo-
                  vimientos semejantes  al  fluctuar  de  las  olas,
        queriendo  expresar  de  este  modo  el  lento  ro-
            dar del  tiempo.
          — Ahora,  hija  mía...  y  no  se  me  enfade  us-
            ted si  le  doy  este  nombre,  que  me  sale  del  co-
               razón... sí,  señor,  porque  usted  se  ha  portado
        conmigo  como  una  hija,  y  es  justo  que  yo  sea
        un  buen  padre  para  usted...  Pues  decía,  hija
        querida,  que  si  usted  no  lo  tiene  á  mal...  me
        estorba  en  la  boca  el  tratamiento  de  usted...  si
        no  te  llamo  de  ¿u,  reviento...  Pues  decía,  hija
        de  mi  alma,  que  ya  es  hora  de  que  me  des  de
        comer.
          Un  momento  después  comían  los  dos,  de-
                  partiendo alegremente,  que  no  hay  cosa  que
        tan  bien  acompañe  á  un  buen  apetito  como
        la  conversación  amistosa  y  grata.  Por  la  tarde,.
        Soledad  preparaba  á  su  viejo  una  bonita  sor-
        presa.
          — Como  te  vas  portando  bien —  dijo, — y  vas
        curándote  de  esas  ideas  ridiculas,  voy  á  darte
        una  golosina.
          — ¿Qué,  hija  de  mi  alma? — preguntó  D.  Pa-
              tricio con  la  curiosidad  de  los  niños,  cuando
        se  les  anuncia  algún  regalo.
          — Una  golosina...  ya  la  verás.
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