Page 91 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824
ra beneficio del espirita, no del cuerpo; le
dejo, pues, mi gloria, y así, cuando la vean
dirán: «Esa es la compañera del gran Sar-
miento, esa es su hija adoptiva, la que le so-
corrió en sus últimos días. ¡Loor eterno á la
muchacha!»
Como se ve, el patriota no estaba curado;
poro su enfermedad ofrecía menos peligro, por
haber entrado en un período que podremos
llamar médicamente de revulsión. El cariño
que Sarmiento había tomado á su favorece-
dora era síntoma muy favorable, que sin du-
da anunciaba, si no la extirpación del fana-
tismo, una nueva dirección de él. No mentía
el infeliz al decir que era todo corazón. Capaz
era éste de los sentimientos más delicados,
así como de los más ardientes; bastaba que
las misteriosas corrientes de la vida consuma-
sen su obra, llevando, como las del cielo, la
tempestad á otra región y zona distinta; pero
el pensamiento no podía obedecer á este cam-
bio, porque había en la máquina del cerebro
sarmentil una clavija rota de difícil ó quizás
imposible arreglo.
También Sola había tomado mucho cariño
al desvalido anciano. Le recogió por caridad;
propúsose realizar sin ayuda de nadie uno de
esos admirables actos de la voluntad, tanto
más meritorios cuanto más obscuros, y sofo-
cando resentimientos antiguos, indignos de la
grandeza de su alma, consumó valerosamente
su obra bendita, digna de figurar en el Flos
Sanctorum. Con el tiempo encendióse en su al-
ma un vivo afecto hacia el mendigo abandona-