Page 92 - El Terror de 1824
P. 92
88 B. PÉREZ GALDÓS
do, y esto, unido á los dulces placeres que trae
consigo el amar, fué el más digno premio de
su noble acción. Llegó á acostumbrarse de tal
modo á la compañía del patriota vagabundo,
que la habría echado muy de menos si en
cualquiera ocasión le faltara.
Un día Sarmiento le dijo:
— Querida Sola, hoy voy á pedirte un favor
que creo no has de negarme... Es un capri-
ehillo de anciano mimoso, un antojillo de
abuelo... Si me lo niegas por cualquier pre-
texto, no me enfadaré, pero me pondré muy
triste.
— ¿Qué es?
— Que me permitas darte un beso, hija mía.
Haco muchos días que estoy bregando con es-
ta idea en la imaginación. Ya no puedo espe-
rar más.
Soledad corrió hacia él, y D. Patricio la tu-
vo largo rato sobre sus rodillas prodigándole
tiernas caricias.
— Por vida de la grandísima chilindraina,
niña de mi corazón — exclamó hecho un mar
de lágrimas; — si ahora me separaran de tí,
juro que me moriría de pena. ¡Bendita seas
tú mil veces!... Bendita seas, amparo mío, an-
gelito mío, consuelo de mi vejez y heredera
de mi gloria... ¡Toda, toda ella será para tí!