Page 120 - El Terror de 1824
P. 120
116 B. PÉREZ GALDÍS
daño... A mí me llaman el hombre de bronce....
Adiós, Elenita... quedamos en que me re-
signo... es decir, en que me muero... Usted me
aborrece... |Rayo! ¡con cuánta razón!... Es quo
soy malo, perverso, y amenacé á usted coa
hacer ahorcar á ese pobre pajarito de Seudo-
quis... No lo haré... si le ahorcara, al fin le ol-
vidaría usted, olvidándose también de mí... Eso
sí que no me gusta. Es preciso que usted se
acuerde de este desgraciado alguna vez.
Elena, no comprendiendo nada de tan inco-
herentes razones, vacilaba entre la compasión
y la repugnancia.
— Además, yo había amenazado á usted con
otra cosa — dijo Romo retrocediendo después
de dar dos pasos hacia la*puerta. Yo tengo
una carta, sí, aquí está... en mi cartera la lle-
vo siempre. Es .una esquela que usted escribió
á esa lagartija. En ella dice que yo soy un ani-
mal... Bien: pued>3 que sea verdad. Yo dije
que iba á mostrar la carta á su mamá de us-
ted... No: ¿á qué viene eso? Me repugnan las
intriguillas de comedia. ¡Yo enseñando cartas
ajenas, en que me llaman animal!... Tome us-
ted el papelejo y no hablemos más de eso.
Romo largó la mano con un papel arruga-
do, del cual se apoderó Elena, guardándolo
prontamente.
— Gracias, — murmuró.
En aquel instante oyóse la campanilla déla
puerta, y la voz de D. Benigno que gritaba:
— ¡Hija mía, soy yo, tu padre!
Elena corrió á abrir, y el amoroso D. Be-
nigno abrazó con frenesí á su adorada hija,