Page 122 - El Terror de 1824
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118 B. PÉREZ GALDÓS
no me maltrataran en Zaragoza, haberme ser-
vido tan lealmente, tan desinteresadamentel
No, no se ve esto todos los días. Y es más ad-
mirable en tiempos en que no hay amigo para
amigo. Yo liberal, usted absolutista, y sin
embargo, me ha librado de la horca. Gracias,
mil gracias, Sr. D. Francisco Romo— añadió
con emoción que brotaba como un torrente de
su alma honrada. — ¡Bendita sea la memoria
de su padre de ustedl Por ella juro que mi gra-
titud será tau duradera como mi vida.
Era la hora de comer; y cerrada la tienda,
llegaron la señora, los niños y el mancebo.
Quiso D. Benigno que les acompañase Romo
á la frugal mesa; pero excusóse el voluntario
y partió, dejaudo á la hidalga familia entrega-
da á su felicidad. Elena no respiró fácilmente^
hasta que no vió la casa libre de la desapaci-
ble lobreguez de aquel hombre.
XI
Dejamos á D. Patricio como aquellas esta-
tuas vivas de hielo, á cuya mísera quietud y
frialdad quedaban reducidas, segúu confesión
. propia, las heroínas de las comedias tan du-
ramente flageladas por Moratíu. El alma del
insigne patriota había caído de improviso en
turbación muy honda, saliendo de aquel dul-
ce estado de serenidad en que há tiempo vi-
vía. Dudas, temores, desconsuelo y congója-
le sobresaltaron en invasión aterradora, siu.