Page 127 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824 123
rayos esplendorosos, sacrificándome por la li-
bertad, ofreciéndome como víctima expiatoria
en el altar de la patria, como el insigne gene-
ral, mi compañero de martirio, que me espera
en la mansión de los justos, allá donde las
virtudes y el heroísmo tienen eterno premio...
'Pues bien: es tanto lo que te quiero, que por
tu cariño he ido dejando pasar días y días y
hasta meses sin cumplir esto que ya no es pa-
ra mí una predestinación tan sólo, sino un
deber sagrado. ¿Me entiendes?
Soledad le pasó la mano por la cabeza, inci-
tándole á que no siguiese tocando aquel tema.
— Por tí, sólo por tí.. . — prosiguió el viejo.
— |Me da tanta pena dejarte!.. •. Así es que me
digo: «tiempo habrá, Señor... o ¿Creerás que
aquí en tu compañía se rae han pasado sema-
' ñas enteras sin acordarme de semejante cosa?...
Hay más todavía: yo estaba dispuesto á hacer
un sacrificio mayor... ¿te espantas? que es el
de sacrificarte mi sacrificio, ¿no lo entiendes?...
Sí: poner á tus pies mi propia gloria, mi coro-
na de estrellas... Sí, chiquilla: yo estaba dis*
puesto á no separarme jamás de tí, y á no pen-
sar más en la política... ni en Riego, ni en la
libertad... |Oh! hija mía, tú no puedes com-
prender la inmensidad de tal sacrificio. Por
el juzgarás de la inmensidad del amor que te
tengo. |Y cuando yo renuncio por tí á lo que
es mi propia vida» á mi idea santa, gloriosa, au-
gusta, tú me abandonas, me echas á un lada
como mueble inútil, me mandas á un hospi-
cio y te vasl...
Soledad veía crecer y tomar proporciones