Page 131 - El Terror de 1824
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á paso, avanzando como los ladrones, dirigióse
allá; empujada suavemente la puerta, pasó á
un gabinete; deslizóse tomo una sombra, ex-
tendiendo las manos para tocar los objetos que
pudieran estorbarle el paso. La puerta de la
alcoba estaba entreabierta; había luz dentro,
pero no se oía el más leve rumor. Alargando
el cuello, Sarmiento vio á Sola dormida junto
á una mesa en la cual había papeles y tintero.
— Estaba escribiendo — pensó, — y se ha dor-
mido. Veremos á quién.
Entró en la alcoba, andando quedamente y
con mucho cuidado para no hacer ruido. Su
rostro anhelante, su cuerpo tembloroso, sus
ojos ávidos y saltones, dábanle aspecto de fan-
tasma; y si la joven despertase en aquel mo-
mento, se llenaría de terror al verle. Dormía
profundamente, la cabeza apoyada en el res-
paldo del sillón. Delante tenía una carta á
medio escribir, y otra muy larga y de letra
extraña, á la cual sin duda estaba contestando
cuando se durmió.
— Yo conozco esa letra, — pensó Sarmiento,
devorando con los ojos el escrito, apoyado en
un libro puesto de canto á manera de atril.
Conteniendo su respiración, el vagabundo
examinó el pliego, que abierto, por el centro
no presentaba niel principio ni el fin. Des-
pués fijó los ojos en la carta medio escrita por
Sola. D. Patricio miraba y fruncía el ceño
apretando las mandíbulas. Tenía tal aspecto
de ferocidad aviesa, que si él mismo pudiera
verse tuviera miedo de sí mismo. No tardó
mucho en satisfacer su curiosidad, y era ésta