Page 135 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824 131
midamos á cenar y se descolgó aquí á las diez
de la noche.
La señora presidía majestuosamente la me-
sa y gobernaba con mucha destreza aquella
maniobra de los banquetes antiguos, consis-
tente en estar pasando platos de aqui para allí,
y de derecha á izquierda, como si los convida-
dos, en vez de reunirse para comer, lo hicieran
para jugar al juego de sopla y vivo te lo doy.
Descollaba su hermoso busto por encima de la
blanca mesa, á manera de un tronco forrado
en tela obscura sobre el cual colocaran su ca-
beza como provisionalmente y mientras pare-
cía el cuello perdido. Con la estrechez del
-ajuste, los abundantes dones que en ella acu-
muló sin tasa Natura formaban un circuito de
tanta extensión, que una mosca (esto puede
asegurarse y lo certificaron testigos oculares),
una mosca, decimos, que salió de uno de los
brazos para ir al otro pasando por delante, tar-
dó no se sabe cuánto tiempo en dar la vuelta
y llegar á su destino.
En el otro extremo de la*mesa, Primitivo y
Segundo, que por ser día de fiesta vestían de
Padres provinciales de la Orden dominica, es-
taban bajo la vigilancia de Soledad y Elena
respectivamente, las cuales no podían probar
bocado, entretenidas en enseñar á los frailes-
cos ángeles el modo de comer; y mientras elj
«uno se rociaba con sopa los hábitos, llevába-
se el otro la cuchara á los ojos, sin cesar de pe-
dir, chillar y hacer comentos varios sobre
cuanto desde la fuente á sus platos pasaba.
Pipaón, cuyo apetito parecía crecer á medi-