Page 134 - El Terror de 1824
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130 B. PÉREZ GALÜÓS
Ja ventana, y no faltará un motivo para ell°
mi tampoco elementos, ¿me entiendes?... por-
que si siguen los frailes reponiendo la ropa de
altar, no faltará venta de encaje blanco en todo
ü año que corre.
D. Benigno, como siempre, armonizó su opi-
nión con la de su cara esposa, y á consecuen-
eia de tan dulce concordia, al día siguiente la
saciña de los Corderos despedía inusitado aro-
mñ de ricas especias, el cual anunciaba á toda
la vecindad la presencia de un extraordinario.
A la hora de la cena resplandecía el comedor
eon la luz de dos quinqués, colocados en con-
trapuestos sitios, y alrededor de la mesa se sen-
taron el Sr. de Pipaón, Sola y los de Cordero,
sin excluir los niños, que ocupaban un extre-
mo junto á su hermana. El puesto más preemi-
nente entre los de convite estaba vacío, lo cual
causaba gran disgusto á D. Beniguo.
— ¿Por qué no habrá venido Romo? — de-
da. — Es particular: no le hemos visto desde
ú día de mi llegada. ¿Estará enojado con
nosotros?
Se esperó un rato; pero viendo que no pa-
decía, dió principio el banquete. El digno an-
fitrión estaba intranquilo por aquella ausen-
eia de su amigo, y á cada instante miraba á
m esposa como para preguntarle qué opina-
la ella de tan extraño caso. Ya Doña Robus-
liana había dicho:
— Estará muy ocupado en la Comandancia
de Voluntarios. Se le han mandado tres avisos
al anochecer. Ustedes no saben bien la calma
que gasta el Sr. de Romo. Otra noche le con-