Page 132 - El Terror de 1824
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128  .  PÉREZ  GALLOS
      tan  intensa,  que  después  de  leer  una  vez,  ley6
      la  segunda.  A  la  tercera  no  estaba  tampoco  sa-
               tisfecho; mas  temiendo  que  la  joven  desper-
           tara, se  retiró  como  había  venido.  Al  llegar  á
      su  cuarto  se  dejó  caer  en  la  cama,  y  dando
      un  gran  suspiro  exclamó  para  sí:
        — ¡Bien  lo  decía  yo:  los  emigrados...!


                        xn

         Muy  gozoso  y  satisfecho  estaba  D.  Benigno
      Cordero  con  el  suceso  de  su  vuelta  á  la  patria
      y  al  hogar  querido,  y  resuelto  á  que  el  con-
            tento le  durase,  hacía  propósito  firmísimo  de
      no  tornar  á  mezclarse  en  política,  ni  vestir
      uniforme,  ni  menos  hacer  heroicidades  en  Bo-
           teros ni  en  otro  arco  alguno.  Verdad  es  que
      guardaba  en  su  pecho,  cual  tesoro  riquísimo,
      ó  como  los  restos  queridos  de  una  persona
      amada  que  se  depositan  en  secreta  urna,  las
      mismas  aficiones  políticas  á  que  debió  su  des-
             tierro. Eso  sí:  antes  creyera  que  el  sol  salía  de
      noche  que  dejar  de  ver  en  la  libertad,  en  el
      progreso  y  en  la  soberanía  del  pueblo,  la  feli-
            cidad de  las  naciones.  Mas  era  preciso  poner
      una  losa  sobre  estas  cosas,  y  D.  Benigno
      la  puso.
         — Desde  hoy — dijo, — Benigno  Cordero  no  es
      más  que  un  comerciante  de  encajes.  No  adu-
           lará al  absolutismo,  no  dirá  una  sola  palabra
      en  favor  de  éste;  pero  no,  ya  no  tocará  más  el
      pito  constitucional  ni  la  flauta  de  la  Milicia*
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