Page 128 - El Terror de 1824
P. 128
124 B. PÉREZ GALDÓS
aquel problema de la separación que le causa-
ba tanta pena. Su alma no era capaz de arre-
pentirse del bien que había hecho al desvalido
anciano; pero deploraba que por los misterio-
sos designios de Dios, la caridad que hiciera
algunos meses antes le trajese ahora aquel con-
flicto que empezaba á surgir en su cristiano
corazón.
—El Señor nos iluminará — dijo, remitiendo
su cuita al que ya la había salvado de grandes
peligros. — ¡Si tú le pidieras con fervor, como
yo lo hago, luz, fuerzas, paciencia y fe, sobre
todo fe...!
— Yo le pediré todo lo que tú quieras, hija
<ie mi alma; yo tendré fe... Dices que tengo
poca; pues tendremos mucha. Me has contagia-
do de tantas cosas, que no dudo he de adqui-
rir la fe que tú, sólo con mirarme, me estás
infundiendo.
— Para adquirir ese tesoro — dijo Sola con
cierto entusiasmo, — :no basta mirarme á mí ni
que yo te mire á tí, abuelo: es preciso pedirlo
á Dios, y pedírselo con ardiente deseo de po-
seer su gracia, abriendo de par en par las puer-
tas del corazón para que entre; es preciso que
nuestra sensibilidad y nuestro pensamiento se
junten para alimentar ese fuego que pedimos
y que al fin se nos ha de dar. Teniendo ese te-
• soro, todo se consigue: fuerzas para soportar
la desgracia, valor para acometer los peligros, !
bondad para hacer bien á nuestros enemigos,
conformidad y esperanza, que soti las muletas
de la vida para todos los que cojeamos en ella.
— Pues yo haré que mi sensibilidad y mi