Page 154 - El Terror de 1824
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150 B. PÉREZ GALDÓS
tenían los haces de llamaradas, los paquetes
de ascua, en forma de barbudos legajos ama-
rillos, todos garabateados con la pez hirvien-
te de los tinteros de plomo ó de cuerno, en cu-
yo horrendo abismo se cebaban las ávidas
plumas.
Mientras algunos de estos demonios escri-
bían, otros no se daban reposo, entrando y
saliendo de caverna en caverna y llevando re-
cados á la Superintendencia y á la cárcel. Loa
alguaciles y ordenanzas, que eran unos paje-
cillos infernales muy saltones, transportaban
grandes cargamentos de materia ígnea de un
rincón á otro; sonaban las campanillas, como-
una señal demoniaca para activar los tizona-
zos y la quemazón; se oían llamamientos, pe-
ticiones, apuradas preguntas; buscábase entre
mil legajos, el legajo A ó B; se recriminaban,
unos á otros los del manguito en brazo y plu-
ma en oreja; arrojaban fétidas colillas; volaba
el papel con el pesado aire que entraba al
abrir y cerrar las puertas; oíase chirrido de*
plumas trazando homicidas rúbricas, y mo-
víanse, gimiendo sobre sus goznes mohosos,
las mamparas, en cuyo lienzo roto se leía: De-
partamento de purificaciones... Padrón gene-
ral... Sentencias... Pruebas... Negociado de sos-
pechosos.
La*Superintendencia de policía y la Comi-
saría militar se diferenciaban poco en el fondo
y en la forma, y no se juzgue á la segunda por
su calificativo, creyendo que imperaba en ella
el criterio comunmente pundonoroso y honra-
do de nuestro ejército. La presidía un terrible