Page 157 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1821 153
— No, señor. Tengo que hablar con el señor
•Chaperón, con ef mismo Sr. Chaperón.
— Pues aún aguardará usted un ratito.
Una hora después, el mismo se acercó á ella,
• y en tono de benevolencia le dijo:
4 — Ahora, en cuanto salga ese señor sacer-
dote que acaba de entrar, pasará usted.
— Ya es tiempo.
—¿Ha esperado usted mucho, niña?
— Seis horas: son las diez. Apenas puedo ya
tenerme en pie. Ayer también estuve á las ocho
de la mañana. Me dijeron que esto era cosa de
la Superintendencia. Fui á la Superintenden-
cia... Allí esperé seis horas; fui do oficina en ofi-
cina, y al fin un señor muy gordo me dijo que
yo era tonta y que la Superintendencia no tenía
Dada que ver con lo que yo iba á decir; que mar-
* chaseá ver al Sr. Chaperón. Por la noche le bus-
qué en su casa; dijéronme que viniese aquí...
— Usted viene á dar informes á la Comisión
militar,— dijo el voluntario realista, encubrien-
do con estas palabras la infame idea de la
delación.
La joven no contestó nada.
— Ya puede usted pasar, — oyó decir al fin;
y otro voluntario, especie de Caiionte de aque-
llos infernales pasadizos, la guió adentro.
Al atravesar el lóbrego pasillo, oprimiósele
el corazón, tembló, creyendo que una infernal
boca se la tragaba y que jamás vería la clara
luz del día. Rechinó una mampara. La mujer
vio una estancia regularmente iluminada por
los huecos de dos ventanas angostas, y entró»
Allí había dos hombres.