Page 161 - El Terror de 1824
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EL  TERROR  DE  1824  157
         —  ¡Gil  de  la  Cuadral — exclamó  Chaperón
      con  sorpresa  dando  algunos  pasos  hacia  la
      joven. —Yo  conozco  ese  nombre.
        — Mi  padre— dijo  Sola  reanimándose, — era
      muy  afecto  á  la  causa  del  Rey.  Quizás  Vue-
             cencia le  conocería.
         — D.  Urbano  Gil  de  la  Cuadra...  Ya  lo  creo.
      ¿Se  acuerda  usted,  Lobo?...  Ultimamente  se
       obscureció  y  no  supimos  más  de  él...  Era  un
       benemérito  español  que  jamás  se  dejó  embau-
          car por  la  canalla.
         — -Murió  pobre  y  olvidado  de  todo  el  mun-
         do— manifestó  Sola,  triste  por  la  memoria,
       gozosa  al  mismo  tiempo  por  una  circunstan-
          cia que  despertaría  tal  vez  interés  hacia  ella
       en  el  ánimo  de  aquellos  señores  tan  serios. —
       Sabiendo  quién  soy  y  recordando  la  veracidad
       y  honradez  de  mi  padre,  tengo  mucho  ade-
              lantado en  la  opinión  de  Vuecencias.
         — Seguramente.
         — Y  darán  crédito  á  lo  que  diga.
         — El  pertenecer  á  una  familia  que  se  dis-
             tinguió siempre  por  su  aborrecimiento  de  las
      novedades  constitucionales,  es  aquí  la  mejor
       de  las  recomendaciones.
        — Pues  bien,  señores  —  dijo  Soledad  ani-
               mándose más, — yo  diré  á  Vuecencias  mucha»
      cosas  que  ignoran  en  el  asunto  de  D.  Benigno
      Cordero.
         — Anote  usted,  licenciado...  En  efecto,  siem-
          pre me  han  parecido  algo  obscuros  los  hechos
      en  ese  endiablado  asunto  de  Carnero...  ¿no  es
       Carnero?...  No,  Cordero.  Tengo  ia  convicción
      \le  su  culpabilidad;  pero...
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