Page 156 - El Terror de 1824
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152 R. PÉREZ GAl.DÓS
cómplices delatores, podría haberse formado
un magnífico presidio. La inocencia no habría
reclamado para sí sino á poquísimas personas.
Grande era el alboroto entre los que espe-
raban, por querer cada uno entrar antes que
los demás, y los voluntarios tenían que force-
jear á brazo partido para mantener el orden y
establecer un turno riguroso.
— Yo estaba primero, señora... Echese us-
ted atrás.
—¿Usted primero? Si estoy aquí desde la
madrugada. .
— Guardia, aquí se ha colado esta mujer.
Ha venido después que yo y está delante.
— Le digo á usted que estoy aquí desde la
madrugada.
— ¿A qué viene usted, hermosa? Si viene
usted como testigo, ha de esperar á que la lla-
men... aunque no se admiten aquí testigos con
faldas.
— No vengo como testigo.
— ¿Viene á reclamar?... Tiempo perdido.
— No vengo á reclamar.
— ¿A delatar?
La mujer calló. Era joven; vestía modesta-
mente de negro, con mantilla; estaba pálida:
sus ojos grandes y obscuros se abatían con
tristezn.
— ¿Pero usted á qué viene? — le preguntó el
voluntario encargado de mantener el orden.
■ — A ver al Sr. Chaperón. Ya se lo he dicho
á usted seis veces.
— Acabáramos... ¿Y no podría usted ver en
su lugar al segundo jefe?