Page 160 - El Terror de 1824
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156       B.    PÉREZ  GALDÓS

        — No  he  dicho  á  usted  que  se  siente,  sino
      que  qué  quiere, — manifestó  con  desabrimiento
      «1  brigadier.
        La  joven  se  levantó  vacilante  como  un  ebrio.
        — Puede  usted  sentarse,  sí,  siéntese  usted,—
      dijo  Chaperón  con  menos  dureza.
        Lobo  le  hizo  una  seña  amistosa,  obsequián-
           dola al  mismo  tiempo  con  un  ejemplar  de  su
      sonrisa.
        —  Yo— dijo  la  joven  dirigiéndose  á  Lob'o,
      que  le  parecfa  más  amable,  —  quería  hablar
      -con  el  Sr.  de  Chaperón.
        —  Pues  pronto,  amiguita — gruñó  éste;  —
      despachemos,  que  no  estamos  aquí  para  per-
          der el  tiempo.
        — ¿Es  Vuecencia  el  Sr.  D.  Francisco  Cha-
      perón?
        — Sí,  yo  soy...  ¿qué  se  te  ofrece? — repuso  el
      funcionario,  practicando  su  sistema  de  tutear  á
      los  que  no  le  parecían  personas  de  alta  calidad.
        —  Quería  hablar  á  Vuecencia — dijo  la  mu-
              chacha temblando,  —  acerca  de  D.  Benigno
      Cordero  y  su  hija.
        — Cordero... — dijo  Chaperón  recordando. —
      ]Ahl  ya...  el  encajero.  Está  bien.  ¿Tú  has  ser-
           vido en  su  casa?
        • — No,  señor.
        — Su  causa  está  muy  adelantada.  No  creo
      que  haya  nada  por  esclarecer.  Sin  embargo...
      Señor  licenciado  Lobo,  recoja  usted  las  de-
                 claraciones de  esta  joven.
        — ¿Cómo  se  llama  usted? — preguntó  Lobo
      tomando  la  pluma.
        — Soledad  Gil  de  la  Cuadra.
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