Page 163 - El Terror de 1824
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EL  TERROR  DE  1824    159
      tes,  que  están  presos  por  equivocación.  Ya  se
      supone  que  no  habré  venido  sin  pruebas.
        Ella  ignoraba  que  en  aquel  odioso  Tribunal
      las  pruebas  no  hacían  falta  para  condenar  ni
      para  absolver.  No  hacían  falta  para  lo  primero,
      porque  se  condenaba  sin  ellas;  ni  para  lo  se-
             gundo, porque  se  condenaba  también,  á  pesar
      de  ellas.
        — ¡Con  que  pruebas...!  —  dijo  el  vestiglo
      marcando  más  el  tono  de  su  bufonería. — ¿Y
      cuáles  son  esas  pruebecitas?
        — Yo  no  vengo  á  negar  el  delito — afirmó
      Soledad  con  voz  entrecortada,  porque  apenas
      podía  hablar  mientras  sintiera  encima  el  for-
             midable peso  de  la  mirada  chaperoniana. — Yo
      no  vengo  á  negar  el  delito,  no,  señor;  vengo  á
      afirmarlo.  Pero  he  dicho...  que  el  Sr.  Cordero
      es  inocente  de  ese  delito,  que  el  delito  ¿me  en-
             tienden ustedes?  se  achacó  al  Sr.  Cordero  por
      equivocación,.,  y  esto  lo  probaré  revelando
      quién  es  el  verdadero...  culpable,  sí,  señor;  el
      culpable  del  delito...  del  delito.
        — Eso  varía — dijo  Chaperón  apartándose.
      — Para  probarme  que  no  vienes  á  burlarte  de
      nosotros,  dime  cuál  es  el  delito.
        — Un  oficial  del  ejército,  llamado  D.  Rafael
      Seudoquis,  vino  de  Londres  con  unas  cartas.
        —  ¡Ah!...  estás  en  lo  cierto— dijo  Chape-
          rón con  gozo,  interrumpiéndola. — Por  ahí,
      por  ahí...
        — Como  Seudoquis  no  podía  estar  en  Ma-
          drid sino  día  j  medio,  las  cartas  venían  en  un
      paquete  á  cierta  persona  que  las  debía  distri-
          buir y  recoger  las  contestaciones.
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