Page 167 - El Terror de 1824
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                 KL  TERROR  DE  1824
        — Condóneme  usted;  pero  no  me  avergüen-
         ze. Yo  no  soy  querida  de  nadie.
        : — ¿Venimos  aquí  con  vergüencillas?— voci-
          feró el  ogro  riendo  con  brutal  jovialidad.—
      ¡Ay!  [qué  mimos  tan  monos!..,  Paloma,  reco-
        ge ese  colorete.  ¿Ruborcillo  tenemos?  Aquí  se
      conoce  el  mundo.  Sr.  Lobo,  anote  usted  que
      ha  revelado  tener  relaciones  ilícitas  con  el  su-
     ^sodicho...
        — No  es  cierto,  no  es  cierto, — exclamó  Sole-
          dad levantándose  y  corriendo  hacia  la  mesa.
        — ¡Orden!— gritó  Chaperón  señalando  á  la
      víctima  su  asiento.
        La  huérfana,  que  había  acopiado  gran  cau-
         dal de  resignación,  volvió  á  su  sitio  y  tan  sólo
      dijo:
        —Si  tengo  valor  para  sacrificarme  por  un
      inocente,  también  lo  tendré  para  calumniarme.
        — ¡Calumniarse!.  .  ¿Seguimos  con  las  pala-
           brejas retumbantes?  Pasemos  á  otra  cosa.  ¿Ese
      desuellacabras  te  ha  escrito  muchas  veces?
        — Seis  veces  desde  que  está  en  Inglaterra.
        — ¿Te  ha  hablado  de  sucesos  políticos?
        — Muy  poco,  y  por  referencia.
        — ¿Conservas  las  cartas?
        — No,  señor:  las  he  roto.
        — Ya  lo  averiguaremos.  ¿Se  ha  anotado  el
      domicilio  de  la  reo?
        — Sí,   señor.  j
        — Adelante.  Llegamos  al  D.  Rafael  Seudo-
      quis.  Ese  señor  trajo  de  Londres  un  paquete
      de  cartas  para  que  tú  las  repartieras,..
        — Sí,  señor... — repuso  la  joven  con  firme-
      :za. — Puedo  asegurar  que  Seudoquis  no  cono-
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