Page 165 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824 161
qué estamos aquí si no es para hacer justicia?
— El delincuente — dijo Sola con fi rmeza , — es
un sér vivo y efectivo, podrá confesar su cul-
pa./. Acabemos, señores, soy yo.
| Chaperón y el experto licenciado habían
j visto muchas veces en aquella misma sinies-
tra sala y en otras dependencias del Tribunal,
personas que negaban su culpabilidad, otras
que delataban al prójimo, algunas que inten-
taban con lágrimas y quejidos ablandar el co-
razón de los jueces; habían visto muchas lás-
timas, infamias sin cuento, algo de abnega-
ción en pocos casos, afectos diversos y diver-
sísimas especies de delincuentes; pero hasta en-*
tonces no habían visto ninguno que á sí mis-
mo se acusara .Hecho tan inaudito les descon-
certó á entrambos, y se miraron consultándose
aquella jurisprudencia, superior á sus alcan-
ces morales.
— ¿De modo que tú dices que tú misma eres
quien cometió esos delitos que S. M. nos ha
mandado castigar? ¿Tú?.'..
— Sí, señor; yo misma.
— ¿Y tú misma lo aseguras?... de modo que
te delatas á tí propia... — insistió Chaperón, no
dando entero crédito á lo que oía. — Anote us-
ted, Lobo. Estoes singularísimo, lo más sin-
i guiar que hemos visto aquí. Lobo, anote usted.
Si en vez de decir «anote usted,» hubiera di-
cho: «Lobo, muerda usted,» el leguleyo no se
habría arrojado con más ferocidad sobre la plu-
ma y el papel. La extrañeza del caso hacía es-
tremecer todas las fibras de su corazón, digá-
moslo así, de curial.
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