Page 164 - El Terror de 1824
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160        B.  PÉREZ  GALDÓS

        — Admirable  —  dijo  Chaperón  como  un
      maestro  que  recibe  del  examinado  la  contes-
            tación que  esperaba. — Y  Seudoquis  no  celebró
      entrevistas  con  Cordero,  sino  con  otra  perso-
         na. ¿No  es  eso  lo  que  quieres  decir?
        — Sí,  señor:  Cordero  ni  siquiera  le  conoce.
      Lo  del  noviazgo  de  Elena  con  Angelito  es  ver-
          dad; pero  D.  Rafael  no  ha  visto  á  su  hermano
      ni  á  ninguua  otra  persona  de  su  familia  en
      las  treinta  horas  que  estuvo  en  Madrid.
        — Vamos,  veo  que  conoces  el  paño...  Bieny
      paloma.  Ahora,  revélanos  todo  lo  que  sabes.
      Lobo,  anote  usted.
        Lobo  tomó  la  pluma  y  subió  otra  vez  á  la
      frente  sus  verdes  ojos  sin  pestañas.
        — Yo  no  diré  nada — afirmó  Soledad  con  la
      firmeza  de  un  mártir, — no  diré  una  palabra
      aunque  me  den  tormento,  si  antes  Vuecencia
      no  me  da  palabra  de  poner  en  libertad  al  se-
          ñor Cordero  y  á  su  hija.
        — Según  y  conforme...  Aquí  no  somos  bo-
          bos. Si  yo  veo  clara  la  equivocación...
        — jPues  no  ha  de  verla!...  Déme  Vuecencia
      su  palabra  de  ponerles  en  libertad  desde  que
      conozca  al  verdadero  culpable.
        — Bueno:  te  la  doy,  te  doy  mi  palabra;  mas
      con  una  condicióu.  No  soltaré  á  los  Corderos
      si  no  resulta  que  el  verdadero  delincuente  es
      un  sér  vivo  y  efectivo,  ¿me  entiendes?  Aquí  no
      queremos  fantasmas.  Si  es  persona  á  quien  po-
            demos traer  aquí  para  que  confiese  y  dé  noti-
           cias, para  que  vomite  todo  lo  que  sabe  y  ex-
         píe sus  crímenes...  corriente.  Tendremos  mu-
          cho gusto  en  reparar  la  equivocación.  ¿Para
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