Page 158 - El Terror de 1824
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Uno estaba en pie, colocado frente al marco
de la puerta; recibiendo la luz por detrás, todo
él parecía negro, negro el uniforme, negras las
manos, negra la cara. Pero en la sombra podía
reconocerse fácilmente al celoso funcionario
que dispuso la elevación de la horca en la
plaza de la Cebada el 6 de Noviembre de 1823.
Sentado el otro, escribía con la soltura y
garbo de quien ha consagrado una existencia
entera al oficio curialesco. Era un viejecillo
encorvado y pergaminoso, con espejuelos ver-
des, las facciones amormadas, el cuerpo en-
juto. Mientras escribía, su espinazo era una
perfecta curva, cuyo extremo, ó sea la región
capital, casi tocaba al papel. Al dejar la plu-
ma recobraba lentamente su posición verti-
cal, siempre bastante incorrecta, por tener su
cabeza cierta tendencia á colgar balanceán-
dose, como fruta madura que va á caer de la
rama; Tenía la costumbre de subirse á la
frente las antiparras verdes mientras escribía,
y entonces parecía estar dotado de cuatro
ojos, dos de los cuales se encargaban de vigi-
lar la estancia mientras sus compañeros cu-
brían el papel desuna hermosa letra de Torio,
que en claridad podía competir con la de im-
prenta. Su nariz y la desaforada boca combi-
naban armoniosamente sus formas para pro-
ducir una muequecilla entre satírica y bené-
vola que producía distintos efectos en los que