Page 174 - El Terror de 1824
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170 B. PEREZ GALDÓS
ceptibles le decía: «Levántate, alma mía, que
aún falta lo más espantoso.»
— Con el permiso de usted, señora — dija
Chaperón mirando á la dama, — voy á despa-
char antes á esta joven. Lobo, extienda usted
la orden de prisión... Llame usted para que la
lleven... Orden al alcaide para que la inco-
munique...
La víctima dejó caer su cabeza sobre el
pecho.
Después miró de nuevo á la dama; pero esta
vez encendióse su rostro, y parecía que sus
ojos relampagueaban con viva expresión de
amenaza. Esto duró poco. Fué la sombra del
espíritu maligno al pasar en veloz corrida por
delante del ángel obscureciendo su luz.
La señora estaba también pálida y desaso-
segada. Indudablemente no gustaba de ver á
quien veía, y en presencia de aquella humilde
personilla condenada parecía tener miedo.
— Aquí tienes, mala cabeza — dijo Chaperón
dirigiéndose á la huérfana, — el resultado de tu
terquedad. Demasiado bueno he sido para tí...
¿Qué hemos sacado de tu declaración? Que
Cordero es inocente. ¿Y qué ganamos con eso,
qué gana con eso la justicia? Tú y nosotros
adelantamos muy poco... Si hablaras sería dis-
tinto... Tá habrás oído decir aquello de...
quien te dio el pico, te hizo rico. ¿Te vas ente-
rando? pero ahora, picarona, lo meditarás me-
jor en la cárcel... Allí se aclaran mucho los sen-
tidos... verás. Esta linda pieza — añadió seña-
lando á la víctima y mirando á la señora, — ea
la estafeta de los emigrados, ¿qué tai? Ella