Page 179 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824 175
•hombres, que sin fórmula alguna de cortesía
se metieron dentro. Uno de ellos soltó de la
boca estas palabras:
— ¿No es éste el viejo Sarmiento que predi-
caba en las esquinas?... Echadle mano mien-
tras yo registro.
— ¡Ahí...— exclamó D. Patricio algo confu-
so.— ¿Son ustedes de la policía?... Sí, yo re-
cuerdo... conozco estas caras.
— Procedamos al registro — dijo solemne-
mente el que parecía jefe de los corchetes. —
Toda persona que se encuentre en la casa,
debe ser presa. Cuidado no se escape el abuelo.
— Quiere decir— balbució Sarmiento, — que
estoy preso.
— Ya se lo dirán allá— replicó el polizonte
desabridamente. — Andando... Llévenme para
allá al vejete, que aquí nos quedamos dos para
despachar esto.
Según la orden terminante del funcionario
(que era un funcionario vaciado en la común
turquesa de los cazadores de blancos en aque-
lla infame y tenebrosa época), Sarmiento fué
inmediatamente conducido á la cárcel, y sólo
por un exceso de benevolencia, incomprensible
y hasta peligrosa para la reputación de aquella
celosa policía, le dieron tiempo para ponerse
el sombrero, recoger el pañuelo y media doce-
na de cigarrillos.
No se daba cuenta de lo que le pasaba el in-
feliz maestro, y durante el trayecto de su casa
á la cárcel de Corte, que no era largo, fué con
los ojos bajos, encorvado el cuerpo, las manos
á la espalda, en un estado tal de confusión y