Page 183 - El Terror de 1824
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                EL  TERROR  DE  1824
     «juien  D.  Patricio  do  vio  en  el  primer  momen-
        to. El  anciano  no  había  salido  aún  de  aquel
     estupor  que  le  acometió  al  ser  conducido  fuera
     de  su  casa;  miró  con  cierta  estupidez  al  tre-
           mendo fantasma;  miró  después  á  toda  la  chus-
        ma curialesca  que  le  rodeaba,  al  licenciado
     Lobo;  miró  al  Santo  Cristo,  al  Rey  pintado,  y
     por  fin,  clavando  los  ojos  en  el  banco  de  color
     desangre,  vió  á  su  adorada  hija  y  compañera.
       — ¡Sola!...  ¡hija  de  mi  alma!...  —gritó  con
     alegría. — ¡Tú  aquí...  yo  también...  parece  que
     esto  es  la  cárcel...  el  suplicio...  la  gloria...  mi
     destino!...



                     XVIII



       Clarísima  luz  entró  de  improviso  en  lamente
     «leí  afligido  viejo;  desaparecieron  las  percepcio-
        nes vagas,  las  ideas  confusas,  para  dar  paso  á
     aquélla  siempre  fija,  inmutable  y  luminosa,
     que  había  dirigido  su  voluntad  durante  tanto
     tiempo,  llenando  toda  su  vida  moral.
       — Ya  estoy  en  mí — dijo  en  tono  de  seguri-
         dad y  convicción. — Soledad!.,  ¡tú  y  yo  en  este
     sitio!  Al  fin,  al  fin  Dios  ha  señalado  mi  día.
     <¿No  lo  decía  yo?...  ¿no  decía  yo  que  al  fin
     vendría  la  hora  sublime?  ¡Destino  honroso  el
     nuestro,  hija  mía!  He  aquí  que  no  sólo  heredas
     mi  gloria,  sino  que  la  compartes,  y  los  dos
     juntamente,  unidos  aquí  como  lo  estuvimos
     allá,  somos  llamados...
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