Page 186 - El Terror de 1824
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182 B. PÉREZ GALDÓS
la. Entre el instante en que la sacaron desma
yada de la caverna del gran esbirro, hasta aquél
en que le pusieron delante á su compañero de
infortunio, habían pasado para ella horas muy
angustiosas. Pero su espíritu se había rendido
al fin, aceptando la fórmula esencial del cris-
tiano, que es rendirse para vencer y perderse
absolutamente para absolutamente salvarse. Si
algún combate sostenía aún su alma, era por-
que el proposito de pensar solamente en Dios
no podía cumplirse aúu con rigurosa exacti-
tud. Pensaba en algo que no era Dios; pero
aun así, iba conquistando la tranquilidad y un.
pasmoso equilibrio moral, porque había arro-
jado fuera de sí valerosamente toda esperanza..
— Usted sabrá sin duda á quién venían di-
rigidas esas cartas, — preguntó Chaperón á Sar-
miento.
— ¿Pues qué?... ¿ella no lo ha dicho?... — re -
puso el anciano, nuevamente admirado de 1&
ignorancia del Tribunal. — Esto no puede con
siderarse como delación, porque esas personas
son leales patricios que también anhelan lle-
gue la coyuntura de sacrificarse por la libertad.
Nosotros no tenemos secretos; nosotros, como
los héroes de la antigüedad, lo hacemos todo
á la luz del día. Fué preciso prestar un servi-
cio á la santa causa, facilitando las comunica-
\ ciones entre todos los que conspiran dentro y
fuera por hacerla triunfar, y lo prestamos, sí,
señor, lo prestamos á la clarísima luz del sol*
corarn populo. Las cartas eran cuatro.
— Atención, — dijo D. Francisco acercándose
á la mesa de los escribanos.