Page 190 - El Terror de 1824
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186 B. PÉREZ G ALDOS
tendencia á la compasión, no faltaba quien
oyese al estrafalario viejo con un interés dis-
tinto del que comunmente inspiran las pala-
bras de los tontos. El mismo Chaperón se
mostraba complacido, sin duda porque le di-
vertía su víctima, haciéndolo mucho más ba-
rato que el célebre gracioso Guzmán que em-
pezaba su carrera en el teatro del Príncipe.
Pero como la dignidad del tribunal no permi-
tía tales come lias, D. Francisco mandó al reo
que diese por terminada la representación.
Los polizontes que se quedaron registrando
la casa de Sola, aparecieron. Habían encon-
trado alguna cosa de gran valor jurídico; ha-
bían hecho provisión de pedacitos de papel,
fragmentos de cartas, sin olvidar un polvo-
riento retrato de Riego, hallado entre los bár-
tulos de D. Patricio; dos ó tres documentos
masónicos ó comuneros, y una carta dirigida
al maestro de escuela. Examinólo todo ávida-
mente Chaperón, y lo entregó después á Lobo
para que constase en el proceso. En tanto,
D. Patricio se acercaba á su compañera de
infortunio y en voz baja le decía:
— Animo, ángel de mi vida, cordera mía.
Que en esta ocasión solemne no deje de subir
tu espíritu á la altura del mío. Inspírate eu
mí. Reflexiona en la gloria que nos espera y
en el eco que tendrán nuestros sonorosos nom-
bres en los siglos futuros, perpetuándose de
generación en generación. ¿Por qué estás triste,
y no alegre como unas castañuelas? ¿Por qué
bajas los ojos en vez de alzarlos como yo, para
tratar de ver en el cielo el esplendoroso asiento