Page 194 - El Terror de 1824
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190 B. PÉHEZ GALDÓS
aparecía el leguleyo, cuya figura encajaba en
tal marco como el cernícalo en su nido. La
diestra plutra rasgueaba sin cesar, cual si
fuera absolutamente imprescindible su activi-
dad para la existencia de todo aquello, ó co-
mo si fuera la clave cabalística de que depen-
dían las imágenes del despacho, del retrato,
de los muebles y del licenciado mismo. Cuan-
do la pluma paraba, creyérase que todo iba á
desvanecerse. A no ser porque en los ratos de
descanso el asesor se ponía á tararear alguna
tonadilla trasnochada délas del tiempo déla
Briones y de Manolo García, se le hubiera te-
nido por momia automática, ó por alma en
pena á quien se había impuesto la tarea de es-
cribir mil millones de causas para poderse re-
dimir.
Al día siguiente de la prisión de Sarmiento,
y cuando aún no había despachado regulai
porción de su faena de la mañana, una señora
se presentó sin anunciarse en el escondrijo del
asesor.
— jOh! señora... — exclamó Lobo suspen-
diendo la escritura. — No esperaba á usted tan
tempranito. Hágame el obsequio de tomar
asiento.
Ya la señora lo había hecho en la única si-
lla que servía para el caso. Era la misma da-
ma á quien vimos en el despacho de Chape-
rón, guapa si las hay, seductora de cara, cuer-
po y apostura, tota totalitate hermosa. Envol-
víase en un rico chai blanco, que á Lobo le
pareció, sobre los lindos hombros y entre los
brazos de verde vestidos, como el más gracioso