Page 181 - El Terror de 1824
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puertas de las celdas á personas importunas
que iban á turbar la tranquilidad de los reos*
Las llorosas mujeres, abusando de los mira-
mientos que se deben á su sexo, molestaban á
) los señores cabos pidiéndoles noticias de tal o
cual preso, dándoles cualquier recadillo verbal
ó encargo enojoso, como llevar pan á alguno
de los muchos hambrientos que se comían los
codos dentro de las celdas. En una de estas de-
bía de estar encerrado un loco furioso, cuya
manía era dar golpes en la puerta, con lo cual
estaban muy disgustados los carceleros, hom-
bres celosísimos de la paz de la casa. El dolor
y la desesperación, callado el uno, ruidosa la
otra, hacían estremecer las frágiles paredes,
porque el mezquino edificio era indigno de la
rabia que contenía, y á ser tal como á ella cua-
draba, hubiera tenido más piedras que el Es-
corial y más hondos cimientos que el Alcázar
de Madrid.
Sarmiento fué introducido en una pieza re-
lativamente grande, cuya suciedad parecía re-
sumen y muestrario de todas las suertes de
inmundicia que los años y la incuria de los
hombres habían acumulado en la indecorosa
cárcel de Corle. En la zona más baja, una es-
, pecie de faja mugrienta marcaba el roce de
^muchas generaciones de presos, de muchas ge-
i neraciones de alguaciles, de muchas genera-
ciones de jueces y curiales. Alumbrábala e!
afligido resplandor de un quinqué colgado dei
techo, que parecía acababa de oir leer su sen-
tencia de muerte, y se disponía con semblante
contrito á hacer confesión de sus pecados. Co«
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