Page 177 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824
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suspiros eran capaces de conmover las paredes
de la casa; sus lágrimas corrían amargas y sin
tregua por las apergaminadas mejillas. No po-
día permanecer en reposo un solo instante, ni
distraerse con nada, ni comer, ni aposentaren
su cerebro pensamiento alguno, como no fuera
el fúnebre pensamiento de su desamparo y de
la gran pena que le desgarraba el corazón.
Este lastimoso estado provenía de que Sólita
había salido temprano, diciéndole:
— No sé cuándo volveré. Quizás vuelva pron-
to, quizás» mañana, quizás nunca... Escribiré
al abuelo diciéndole lo qué debe hacer. Adiós...
Y dirigiéndole una mirada cariñosa, se lim-
pió las lágrimas, y bajó rápidamente la esca-
lera y desapareció, ¡Santo Dios! como un ángel
que se dirige al cielo por el camino del mundo.
— ¿Será posible que haya salido hoy para
Inglaterra? — se preguntaba D. Patricio, apre-
tándose el cráneo con las manos para que na
se le escapara también.— ]Pero cómo, si aquí
está toda su ropa, si no ha hecho equipaje, si
en la cómoda ha dejado todo su dinero!...
¿Pues á dónde ha ido entonces?... Quizás vuel-
va pronto, quizás mañana, quizás nunca...
Nunca, nunca.
Y repetía esta desconsoladora palabra como
un eco que de su cerebro á sus labios saliera.
Otro motivo de gran confusión para él era que
Soledad había despedido á la criada el día an-
terior. Estaba, pues, el viejo solo, enteramen-
te solo, encerrado en la espantosa jaula de
sus tristes pensamientos, que era como una
jaula de fieras. Pasaba de un sentimentalismo