Page 176 - El Terror de 1824
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172        B.   PÉREZ  G ALDOS
         — Ea,  llevadla  de  una  vez... — dijo  D.  Fran-
            cisco resueltamente. — El  alcaide  le  dará  algún
       cordial...  No  quiero  desuiayitos  en  mi  des-
       pacho.
         Los  cuatro  hombres  se  acercaron  á  la  con-
       denada.
         —Un  poco  de  vinagre  en  las  sienes...—
       añadió  el  jefe  de  la  Comisión  militar. — Ea,
       pronto,.,  quitadme  eso  de  mi  despacho.
         — |A  la  cárcel! — exclamó  con  lástima  la  se-
            ñora, acercándose  más  á  la  víctima  como  para
       defenderla.
         —  Señora,  dispense  usted— dijo  Chaperón
       apartándola  con  enfática  severidad.— Deje  us-
          ted á  la  justicia  cumplir  con  su  deber...  Vamos,
       cargar  pronto.  No  le  hagáis  daño.
         Los  cuatro  hombres  levantaron  en  sus  bra-
          zos á  la  joven  y  se  la  llevaron,  siendo  enton-
          ces perfecta  la  similitud  de  todos  ellos  con  la
       venerable  clase  de  sepultureros.
         La  mampara,  cerrándose  sola  con  estrépito,
       produjo  un  sordo  estampido,  como  golpe  de
       colosal  bombo,  que  hizo  retumbar  la  sala.


                        XVII



         Aquel  mismo  día  jpor  vida  de  la  chilin  -
       drainal  jcuán  amargas  horas  pasó  el  pobre
       D.  Patricio!  Habrían  bastado  á  encanecer  su
       cabeza  si  ya  no  estuviera  blanca,  y  á  encorvar
      su  cuerpo  si  ya  no  lo  estuviera  también.  Sus
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