Page 180 - El Terror de 1824
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aturdimiento, que no veía por dónde pasaba,
ni oía las observaciones picarescas de los tran-
seúntes. Cuando entraron en la cárcel, el an-
ciano se estremeció, revolviendo los ojos en
derredor. Su entrada había sido como el cho-
que del ciego contra un muro, símil tanto má&
exacto cuanto que D. Patricio no veía nada
dentro de las paredes del lóbrego zaguán por
donde se comunicaba con el mundo aquella
mansión de tristeza y dolor.
Lleváronle al registro y del registro á un pa-
tio, donde había algunas personas que implo-
raban la misericordia de los carceleros para
poder ver á los detenidos. Hiciéronle subir lue-
go más que de prisa por hedionda escalera que
se abría en uno de los ángulos del patio, y ha-
llóse en un largo corredor ó galería, que pare-
cía haber sido claustro, pero que tenía enton»
ees tapiadas todas sus ventanas, sin dejar más
entrada á la luz que unos ventanillos bizcos en
la parte más alta.
Al entrar en la galería, Sarmiento oyó gri-
tos, lamentos, imprecaciones. Era al caer de
la tarde, y como la luz entraba allí avergon-
zada al parecer y temorosa, deteniéndose en
los ventanillos por miedo á que la encerraran
también, no era fácil distinguir de lejos laa
personas. Veíanse sombrajos movibles, los
cuales, al acercarse á ellos, resultaban ser la
simpática humanidad de algún calabocero que
entraba en las celdas ó salía de ellas.
Había centinelas de trecho en trecho, cuya
vigilancia no podía ser muy grande, porque á
cada iustante les era forzoso apartar de las