Page 175 - El Terror de 1824
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     misma  lo  confiesa,  lo  cual  no  deja  de  tener
     mérito;  pero  nos  ha  dejado  á  media  miel,  por-
         que no  quiere  decir  á  quién  entregó  las  cartas
     que  ha  recibido  hace  unos  días.
       Soledad  se  levantó  bruscamente.
       — Una  de  las  cartas  de  los  emigrados — dijo
     con  tono  grave  extendiendo  el  brazo,— la  en-
           tregué á  esta  señora.
       Después  de  señalarla  con  energía,  cayó  en
     su  asiento  con  la  cabeza  hacia  atrás.  Breve  rato
     estuvieron  mudos  y  estupefactos  los  tres  testi-
        gos de  aquella  escena.
       — Es  verdad  —  balbució  la  dama. — He  reci-
         bido una  carta  de  un  emigrado  que  está  eii
     Inglaterra;  no  sé  quién  la  llevó  á  mi  casa...
     ¿qué  mal  hay  en  esto?
       Chaperón,  que  estaba  como  aturdido,  iba  á
     contestar  algo  muy  importante,  cuando  la  se-
          ñora corrió  hacia  la  huérfana,  gritando:
       — Se  ha  desmayado  esta  infeliz.
       En  efecto,  rendida  Sola  á  la  fuerza  superior
     de  las  emociones  y  del  cansancio,  había  per-
         dido el  conocimiento.
       La  señora  sostuvo  la  cabeza  de  la  víctima,
     mientras  Lobo,  cuya  oficiosidad  filantrópica
     no  se  desmentía  un  solo  momento,  acudid
     transportando  un  vaso  de  agua  para  rociarle  el
     rostro.
       — Eso  no  es  nada— afirmó  Chaperón. — Va-
          raos, mujer,  jqué  mimos  gastamos!  Todo  por*
     que  la  mandan  á  la  cárcel...
       La  puerta  se  abrió  dando  paso  á  cuatro
     hombres  de  fúnebre  aspecto,  que  parecían  per-
            tenecer al  respetable  gremio  de  enterradores.
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