Page 252 - El Terror de 1824
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248        B.   PÉIUÍZ  G ALDOS
      cárcel  de  Corte.  No  parecía,  en  verdad,  deco-
            roso, ni  propio  de  una  Nación  tan  empingo-
             rotada, que  los  reos  se  prepararan  á  la  muerte
      mundana  y  salvación  eterna  en  una  pocilga
      como  los  departamentos  en  que  moraban  du-
            rante la  causa.  Eu  la  capilla  entraban,  movi-
          dos do  curiosidad  ó  compasión,  muchos  perso-
            najes de  viso,  señores  obispos,  consejeros,  ge-
              nerales, gentil  hombres,  y  no  se  les  había  de
      recibir  como  á  cualquier  pelagatos.  Tomaba
      sus  luces  esta  interesante  pieza  del  cercano  pa-
          tio, por  la  mediación  graciosa  de  una  pequeña
      sala  próxima  al  cuerpo  de  guardia;  mas  como
      aquéllas  llegaban  tan  debilitadas  que  apenas
      permitían  distinguir  las  personas,  de  aquí  que
      en  los  días  de  capilla  se  alumbrara  ésta  con  la
      fúnebre  claridad  de  las  velas  amarillas  encen-
            didas en  el  altar.  Lúgubre  cosa  era  ver  al  reo,
      aquél  moribundo  sano,  aquél  vivo  de  cuerpo
      presente,  en  la  antesala  de  la  horca,  y  oirle
      hablar  con  los  visitantes  y  verle  comer  junto
      al  altar,  todo  á  la  luz  de  las  hachas  mortuo-
           rias. Generalmente  los  condenados,  por  va-
             lientes que  sean,  toman  un  tinte  cadavérico
      que  anticipa  en  ellos  la  imagen  de  la  descom-
              posición física,  asemejándoles  á  difuntos  que
      comen,  hablan,  oyen,  miran  y  lloran,  para  bur-
           larse de  la  vida  que  abandonaron.
         No  fué  así  D.  Patricio  Sarmiento,  pues  des-
         de que  le  entraron  en  la  capilla  en  la  para  él
       felicísima  mañana  del  4  de  Septiembre,  pareció
       que  se  rejuvenecía,  tales  eran  el  contento  y  la
       animación  que  en  sus  ojos  brillaban.  De  un
      rojo  insano  se  tiñeron  sus  ajadas  mejillas,  y
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