Page 255 - El Terror de 1824
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mosos que otras vulgares almas apetecen en
esta ocasión; y en cuanto al auxilio puramente
religioso, yo gusto de la sencillez suma. En
ella estriba la grandeza del dogma.
El Padre Alelí y el Padre Salmón se mira-
■ ron sin decir nada.
— Veo á Sus Reverencias como cortados y
confusos delante de mí — añadió Sarmiento
sonriendo con orgullo. — Es natural: yo no soy
de lo que se ve todos los días. Los siglos pasan
y pasan sin traer un pájaro como éste. Pero
de tiempo en tiempo, Dios favorece á los pue-
blos dándole uno de estos faros que alumbran
al género humano y le marcan su camino...
Si una vida ejemplar alumbra muy mucho al
género humano, más le alumbra una muerte
gloriosa... Me explico perfectamente la admi-
ración de Sus Paternidades: yo no nací para
que hubiera un hombre más en el mundo; yo
soy de los de encargo, señores. Uua vida con-
sagrada á combatir la tiranía y á enaltecer la
libertad; una muerte que viene á aumentar la
ejemplaridad de aquella vida, ofreciendo el es-
pectáculo de una víctima que espira por su fe
y que con su sangre viene á consagrar aque-
llos mismos principios santos; esta entereza
mía, esta serenidad ante el suplicio, serenidad
y entereza que no son más que la convicción
protunda de mi papel en el mundo, y, por úl-
timo, la acendrada fe que tengo en mis ideas,
no pertenecen, repito, al orden de cosas que
se ven todos los días...
El Padre Alelí abrió la boca para hablar;
mas Sarmiento, deteniéndole con un gesto que