Page 260 - El Terror de 1824
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go que su alma sabrá buscar en la religión los
consuelos.. .
Esta formulilla era de cajón. Aquel funcio-
nario de tan pocas ideas la llevaba prevenida
siempre que á los reos visitaba.
— Sr. D. Francisco — replicó Sarmiento le-
vantándose,— si Vuecencia quiere acompañar-
me á la mesa...
— No, gracias, gracias; siéntese usted...
¿Qué tal estamos de salud?... ¿Y el apetito?
Lo preguntaba como lo preguntaría un mé-
dico.
— Vamos viviendo — repuso el patriota. — O
si se quiere, vamos muriendo. Todavía no ha
llegado el justante precioso en que sea innece-
sario este grosero sustento de la bestia... He-
mos de arrastrar el peso del cuerpo, hasta que
llegue el instante de dejarlo en la orilla y lan-
zarnos al océano sin fin, en brazos de aquellas-
olas de luz que nos mecerán blandamente en
presencia del Autor de todas las cosas.
Chaperón miró á los frailes, é hizo un gesto
que indicaba opinión favorable del juicio de
Sarmiento.
— Y ya que Vuecencia ha tenido la bondad
de visitarme — añadió el reo, después de sabo-
rear el primer bocado, — tengo el gusto de de-
clarar que no siento odio contra nadie, abso-
lutamente contra nadie. A todos les perdona
de corazón, y si de algo valen las preces de
un escogido como jo (al decir esto su tono in-
dicaba el mayor orgullo), he de alcanzar del
Altísimo que ilumine á los extraviados para
que muden de conducta, trocando sus ideas