Page 263 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824
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ilíones— replicó Sarmiento, dando un golpeci-
11o en la mesa con el mango del tenedor. — Yo
sé bien lo que corresponde á cada momento,
y repito que consagraré á la religión y á mi
conciencia todo el tiempo que fuere necesario.
— Bastante ha perdido usted en vanidades.
— Poquito á poco, señor sacerdote— dijo
Sarmiento frunciendo las cejas:— yo nada le
quito á Dios. No se quite nada tampoco á las
ideas, que son mi propia vida, mi razón de ser
en el mundo, porque entiéndase bien, son la
misión que Dios mismo me ha encargado. Ca-
da uno tiene su destino: el de unos es decir
misa; el de otros es enseñar é iluminar á los
pueblos. El mismo que á Su Paternidad Re-
verendísima le dio las credenciales, me las ha
dado á mí.
— Reflexione, hombre de Dios — indicó el
Padre Salmón, rompieudo el silencio, — en qué
Bitio se encuentra, qué trance le espera, y vea
si no le cuadra más p?eparar su alma con de-
vociones, que aturdiría con profanidades.
— Vuestras Paternidades me perdonen — di-
jo Sarmiento grave y campanudwmente des-
pués de beber el último trago de vino, — si he
hablado de cosas profanas que w\ les agrada.
Yo soy quien soy, y sé lo que m? digo. Só me-
jor que nadie por qué estoy aquí, por qué mue-
ro y por qué he viví lo. Alíanos entenderemos
Dios y yo; Dios, que llena mi conciencia y me
ha dictado e9te acto sublime, que será ejemplo
de las geueracione?. Pero pue* las religiosida-
des no están nunca de raásf vamos á ellas y
así quedarán todos contentos.