Page 266 - El Terror de 1824
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       tedes...  Por  supuesto,  bien  se  comprende  que
       es  un  solemnísimo  pillo.
         Y  D.  Francisco  se  retiró,  repitiéndose  á  sí
       mismo  con  tanta  firmeza  como  podría  hacerlo
       un  reo  ante  el  juez,  que  D.  Patricio  no  era  im-
            bécil, sino  un  gran  tunante.  Tal  afirmación  te-
          nía por  objeto  sofocar  la  rebeldía  de  aquel  in-
                   subordinado corpúsculo,  á  quien  llamamos
       antes  la  monera  de  la  conciencia  chaperonia-
       na,  y  que  desde  que  Sarmiento  entró  en  capi-
         lla se  agitaba  entre  el  légamo,  queriendo  mos-
             trarse y  alborotar  y  hacer  cosquillas  en  el
       ánimo  del  di^no  funcionario.  Con  aquella  afir-
              mación, D.  Francisco  aplacó  la  vocecilla,  y  to-
         do quedó  en  profundo  silencio  allá  en  los  ce-
              nagosos fondajes  de  su  alma.




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         Durante  la  noche  arreció  el  nublado  de  vi-
               sitantes, sin  que  su  curiosidad  importuua  y
       amanerada  compasión  causaran  molestia  al
       reo:  antes  bien,  recibíalos  éste  como  un  sobe-
           rano á  su  corte.  Situado  en  pie  frente  al  altar,
      íbalos  saludando  uno  por  uno,  con  ligeros  ar-
             queos de  la  espina  dorsal  y  una  sonrisa  pro-
              tectora, cuya  intensidad  de  expresión  amen-
             guaba ó  disminuía  según  la  importancia  del  ¿
      personaje.  Todos  salían  haciéndose  lenguas  de
      la  serenidad  del  reo,  y  en  la  sala-vestíbulo,  in-
              mediata al  cuerpo  de  guardia,  oíase  cuchicheo
      semejante  al  que  suena  en  el  atrio  de  una  igle-
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