Page 268 - El Terror de 1824
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261 B. PÉUEZ GALDÓS
tesano, agradó mucho á cuantos le oyeron;
mas D. Patricio lo acogió con seriedad cortés
y cierto desdén que apenas se traducía en li-
gero fruncimiento de cejas. Pipaón salió, y
aunque iba muy á prisa, derecho á la calle, de-
tuviéronle en el patio algunos amigos.
— Estoy afectadísimo... no puedo ver estas
escenas — les dijo respondiendo á sus pregun-
tas.— Fáltame poco para desmayarme.
— Dicen que es el reo más sereno que se ha
visto desde que hay reos en él mundo.
— Es un prodigio. Pero aquella vanidad é
hinchazón son cosa fingida... ¡Cuánto debe
padecer interiormente! Se necesitan los bríos
de un héroe para sostener ese papel sin faltar
un punto.
— ¡Farsante!
— Perillán más acabado no he visto en mi
vida. Seguramente espera que le indulten; pero
se lleva chasco. El Gobierno no está por in-
dultos.
— Entremos... todo Madrid desea verle.
Vuelva usted, Pipaón.
— ¿Yo? por ningún caso — repuso el Corte-
sano estrechando manos diversas una tras
otra. — Voy á una reunión donde cantan la Fá-
brica y Montresor... ¡Qué aria de la Gazza La-
dra nos cantó anoche esa mujer! Montresor nos
dió el aria de Tañer edo. ¡Aquello no es hom-
bre, es, un ruiseñor!... ¡Qué portamentos, qué
picados, qué trinos, qué vocalización, qué fal-
sete tnn deli?;oso! Parece que se tra sporta uno
al séptimo cielo. Con que, adiós, señores...
tengo que ensayar autes un paso de gavota.