Page 271 - El Terror de 1824
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EL  TERROR  DE  1824  267
      que...  eso  será  á  las  diez...  dejaré  de  recrear
      mis  ojos  con  la  contemplación  de  tu  angelical
      persona...  Pero  ¡ayl  tu  debes  seguir  viviendo*
      no  ha  llegado  aún  la  hora  de  tu  entrada  en  la
      mansión  divina;  llegará,  sí,  y  entrarás,  y  el
      primero  á  quien  verás  en  la„  puerta  abriendo
      los  brazos  para  recibirte  en  ellos  amoroso  y
      delirante,  será  tu  abuelito  Sarmiento,  tu  viejo-
      cilio  bobo.
        La  voz  temblorosa  indicaba  una  viva  emo-
          ción en  el  reo.
        — Y  te  llevaré  á  presencia  del  Padre  de  to-
         do lo  existente  y  le  diré:  «¡Señor,  aquí  la  tie-
          nes; ésta  es,  mírala!...»  Pero  no  quiero  afli-
           girte más.  Ahora  oye  varios  consejos  que  deba
      darte  y  algunos  encarguillos  que  quiero  hacer-
          te... ¿Está  ese  chocolate?...  Dame  la  mano  pa-
        ra levantarme,  luja  mía.  ¿Sabes  que  están  pe-
           sados y  duros  mis  pobres  huesos?...  ] Ahí  pron-
        to tendrás  este  bocado,  ¡oh  carnívora  tierra f
      pronto,  pronto  se  te  arrojará  esta  piltrafa,  que
      por  lo  acecinada  demuestra  que  te  pertenece
      ya.  EL  noble  espíritu  abandona  este  inmunda
      saco,  y  vuela  en  busca  de  su  patria  y  de  sus
      congéneres  los  ángeles.
        Levantóse  delante  de  Sola,  porque  estaba
      vestido.  Un  Hermano  le  trajo  el  chocolate,  y
      quedándose  solo  con  su  amiga,  le  dijo  estas
      palabras,  que  ella  oyó  con  profundísima  aten-
      ción:
        — Idolatrada  hija,  mañana  á  las  diez  nos  se-
                pararemos para,  siempre.  Dios  me  dió  la  ine-
           fable dicha  de  conocerte,  para  que  mi  espíritu
      se  confortase  antes  de  dejar  el  mundo.  Te  con»
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