Page 273 - El Terror de 1824
P. 273
ÍTL TERROR DE 1824 269
tema, y su viejecillo bobo se le representó en-
tonces grande y luminoso, cual nunca lo ha-
bía visto; más respetable que todo lo que co-
mo respetable se nos presenta en el mundo.
Después de una pausa, durante la cual apu-
ró el pocilio, Sarmiento prosiguió así:
— Querida hija de mi corazón, voy á hacer-
te un encargo, atañedero á cosas terrestres.
Las cosas terrestres también me ocupan, por-
que de la tierra salí, y en ella he de dejar las
preciosas enseñanzas que se desprenden de mi
martirio. El género humano merece mi mayor
interés. La dicha del Cielo no sería completa r
si desde él no contempláramos la constante la-
bor de este pobre género humano, sin cesar
trabajando en mejorarse. Los que de él sali-
mos no podemos dejar de enviarle desde allá
arriba un reflejo de nuestra glorin, sin lo cual
se envilecería, acercándose más á las bestias
que á los ángeles. Hay que pensar en el géne-
ro humano de hoy, que es el coro celestial é
inmenso de mañana, y todo hombre es la cri-
sálida de un ángel, ¿me entiendes? Si las cria-
turas superiores, al remontarse sobre los mun-
danos despojos, miraran con desprecio esta
pobre turba inquieta y enferma á que perte-
necieron; si no atendiendo más que al Eterno
Sol, hicieran del deseo de la bienaventuranza
un egoísmo, adiós universo, adiós pasmoso or-
den de cielo y tierra, adiós concierto sublime.
No: yo miro á la tierra y la miraré siempre*
Le dejo un don precioso: mi vida, rni historia,
mi ejemplo, hija mía; ¿sabes tú lo que vale un
buen ejemplo para esta mísera chusma ruti-