Page 258 - El Terror de 1824
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254        B.  PÉREZ  GALDÓS
      oiente  que  si  habían  ido  allí  á  gimotear,  se
      volviesen  á  sus  casas,  porque  aquélla  no  era
      mansión  de  dolor,  sino  do  alegría  y  triunfo.
      No  creyendo  por  esto  los  Hermanos  que  de-
           bían abandonar  su  papel  oficial,  comenzaron
      á  soltar  una  tras  otra  las  palabriilas  emolien-
         tes que  eran  del  caso  y  que  tantas  veces  habían
      pronunciado,  vcrbi  gratia.,.  «Querido  hermano
      en  Cristo,  !a  celestial  Jerusalén  abre  sus  puer-
         tas para  tí...»  «Vas  á  entrar  en  la  morada  de
      los  justos...»  «Animo.  Más  padeció  el  Reden-
         tor del  mundo  por  nosotros.»
        —Queridos  hermanos  en  Cristo — dijo  el  reo
      con  cierta  jovialidad  delicada.  —  Agradezco
      mucho  sus  consuelos;  pero  he  de  advertirles
      que  no  los  necesito.  Yo  me  basto  y  me  sobro.
      Así  es  que  no  verán  en  mí  suspirillos  ni  con-
             gojas... Me  gusta  que  hayan  venido,  y  así  po-
           drán decir  á  la  posteridad  cómo  estaba  Patri-
         cio Sarmiento  en  la  capilla,  y  qué  bien  reve-
          laba en  su  noble  actitud  y  reposado  continente
      (al  decir  esto  erguía  la  cabeza,  echando  el
      cuerpo  hacia  atrás)  la  grandeza  de  ia  idea  por
      la  cual  dio  sil  sangre.
        Pásmalos  se  quedaron  los  Hermanos,  así
      como  los  frailes,  de  ver  su  serenidad,  y  le
      exhortaren  de  nuevo  á  que  cerrase  el  euten-^
      dimiento  álas  vanidades  del  mundo.  Sola,  de,
      rodillas  junto  al  altar,  rezaba  en  silencio.
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