Page 60 - El Terror de 1824
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56 B. PÉREZ G ALDOS
Chaperón deteniéndole por un brazo. — ¿Hay
Irabajillo en la oficina?
— Yo no trabajo en la oficina, porque estoy
encargado de los festejos para recibir al Rey,
— repuso Bragas con orgullo.
— ]Ah! no hay que apurarse todavía.
— Pero no es cosa de dejarlo para el último
día. No preparamos una función chabacana
©orno las del tiempo constitucional, sino una
verdadera solemnidad regia, como lo merecen
©1 caso y la persona de Fernando VIL El ca-
rro en que ha de verificar su entrada se está
construyendo. Es digno de un emperador ro-
mano. Aún no se sabe si tirarán de él caballos
ó mancebos vistosamente engalanados. Es in-
dudable que llevarán las cintas los voluntarios
realistas.
— Pues se ha dicho que nosotros tiraríamos
del carro,- — dijo Romo con énfasis, como si
reclamara un derecho.
— Ahí tiene usted un asunto sobre el cual
mo disputaría yo — insinuó Regato blanda-
mente.— Yo dejaría que tiraran caballos ó
muías.
— Ya se decidirá, señores, ya se decidirá á
gusto de todos — dijo Bragas con aires de
transacción. — Lo que me trae muy preocu-
cupado es que... verán ustedes... me he pro-
puesto presentar ese día doscientas ó trescien-
tas majas lujosamente vestidas. ¡Ohl ¡qué bo-
nito espectáculo! Costará mucho dinero cier-
tamente; pero ¡qué precioso efecto! Ya estoy
escogiendo mi cuadrilla. Doscientas mucha-
chas bonitas no son un grano de anís. Pero