Page 62 - El Terror de 1824
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B. PÉKEZ GALDÓS
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El terrible funcionario se cruzó de brazos,
conservando fuertemente empuñado el símbo-
lo de su autoridad.
— Es claro — añadió Romo por espíritu de
adulación, — así no hay justicia posible.
— No hay justicia, — repitió Regato como un
eco del cadalso.
— Amigo Chaperón — dijo el astuto Bragas
con afabilidad y desviando un poco del grupo
al Comisario para hablarle en secreto, — cuan-
do hablo de amigos me refiero á personas que
n ) han hecho nada contra el régimen absoluto.
— Si, buenos pillos son sus amigos de usted.
— No es más sino que al pobre D. Benigno
Cordero le está molestando la policía de Zara-
goza, y es posible que lo pase mal* Ya recor-
dará usted que D. Benigno dio cien onzas bien
contadas porque se le comprendiera en el De-
creto del 2 de Octubre fechado en Jerez. Acó -
gióndose á la proscripción, se libraba déla cár-
cel y quizás de la horca... Pues en Zaragoza
me le han puesto en un calabozo. Eso no 63tá
bien...
— Bueno, bueno — dijo Chaperón disgustada
de aquel asunto. También Romo me ha reco-
mendado á ese Cordero.
Romo no dijo una palabra, ni abandonó
aquella seriedad que era en él como su mismo
rostro.
— Por última vez, señores, adiós — chilló
Bragas: — ahora sí que me voy de veras.
— Abur.
Dirigiéronse á la puerta de la cárcel por la
calle del Salvador; pero les fué preciso déte*